Hoy te vengo a contar por qué tienes que hacer un viaje solidario al menos una vez en tu vida. Y te lo cuento porque es una experiencia que yo tuve hace tiempo y me dio la vuelta del revés: me abrió la mente, relativicé muchas cosas de mi vida occidental, aprendí muchísimo sobre mí misma y sobre las personas de otras culturas y me divertí de lo lindo. Y cambié de vida (no fue algo buscado, pasó).
Tabla de contenidos
Primer capítulo. Cómo la vida me hizo crac la primera vez
Estudié la Diplomatura en Biblioteconomía y Documentación en la Universidad de Zaragoza y la Licenciatura en Documentación en la Universidad Carlos III de Madrid. Dos ciudades grandes para una chica de ciudad pequeña (yo soy de Logroño), aunque desenvolverme allí sola me hizo espabilar mucho. Al acabar la carrera, trabajé 10 años como documentalista/bibliotecaria/archivera en diferentes lugares hasta que, en 2003, un viaje solidario a Nicaragua me cambió la vida.
Ya había sido voluntaria antes, pero desde ese viaje, dejé mi trabajo fijo «paratodalavida» y decidí que quería trabajar en Cooperación para el Desarrollo. Me formé de modo autodidacta y acabé trabajando 15 años en diferentes ONG coordinando proyectos, eventos, ayuda humanitaria, campañas de comunicación, sensibilización e incidencia política, voluntariado y viajes solidarios.
Segundo capítulo. Cómo la vida me hizo crac la segunda vez
No podía estar más contenta con mi vida cuando en 2018 tuve un gran revés: sufrí un colapso mental, también llamado síndrome del quemado o síndrome de burn out . Mi cabeza dejó de funcionar, tuve un bloqueo de la función cognitiva, la que tiene que ver con aprender y recordar información; organizar, planear y resolver problemas; concentrarse, mantener y distribuir la atención; entender y emplear el lenguaje, reconocer (percibir) correctamente el ambiente…
Estuve 7 meses de baja muy asustada porque los médicos no sabían de dónde venía esto ni cómo se curaba y porque creí que no podría volver a vivir sola (me dejaba electrodomésticos encendidos durante horas, perdía las llaves, a veces no sabía volver a casa) ni volver a trabajar (imposible hacer nada de lo que había hecho antes, me parecía dificilísima cualquier tarea cuando antes lo hacía todo con el dedo meñique).
Tercer capítulo. El aprendizaje de los cracs
Mi recuperación en esos 7 meses consistió en hacer “vida de jubilada”: dormir mucho, pasear, leer, comer bien, rodearme de gente que me cuidase y hacer actividades de disfrute. Esto es la vida, pensé. ¿Por qué me la había complicado tanto? ¿Por qué me he dejado arrastrar por cosas externas? ¿Por qué había hecho cosas que no quería hacer simplemente porque había que hacerlas? Paré y me escuché.
Cuando me dieron el alta, en enero de 2019, decidí que no quería volver a trabajar en una oficina. Puse punto final a la vida tal y como la conocía, pero ¿qué iba a hacer a partir de entonces? Pensando, pensando, se me ocurrió hacer de mi pasión mi vida, ¡cómo no se me había ocurrido antes! Y en ello estoy, ya me ves.
Cuarto capítulo. La Covid-19 y nuevos aprendizajes
Lancé mi proyecto en febrero de 2020 y vino una pandemia mundial. ¿En serio? Pues sí. A partir de ese momento, tocó parar de nuevo y volver a pensar. Vi claro que, cuando volviésemos a viajar, no lo deberíamos hacer de la misma manera. Que todo lo que había vivido y aprendido, tenía que servir de algo o a alguien.
El viaje lo definen las circunstancias vitales de cada persona
Igual te pasa como a mí y tienes la necesidad de viajar y de hacer algo diferente y solidario pero tienes pocas vacaciones (12, 15 o 20 días), inseguridades (idioma, comida, transporte), miedos (a una cultura extraña, a enfermedades raras, a un viaje excesivamente organizado, a un precio elevado…). ¿Sabes? Yo me he sentido como tú, igualito, y hubiese agradecido entonces encontrar lo que yo ofrezco con un trato tan personalizado y tanto cuidado.
El turismo que viene será sostenible o no será
Ante la masificación turística, un tercio de los viajeros ya escoge su destino según su sostenibilidad, según la Organización Mundial de Turismo. Los tres mandamientos del turismo sostenible son las buenas prácticas medioambientales, la protección del patrimonio cultural y natural y la necesidad de que los beneficios económicos sean tangibles para las comunidades locales.
Si eres de esas personas que no quiere solo playa o montaña sin más, que te preocupa cómo viajar y qué impacto tendrás en la comunidad de destino y que quiere incluir componentes sociales en tus viajes donde poder observar de cerca las diferentes realidades existentes en la zona en la que te encuentras, un viaje solidario es la solución. Este tipo de viajes pretenden promover la solidaridad y eliminar prejuicios que hayan podido adquirirse a lo largo de la vida. En los viajes solidarios se contribuye económicamente al país y/o a la(s) ONG que se va(n) a visitar.
Este tipo de turismo suele ser más barato que el tradicional, ya que se aleja de zonas que suelen ser reservadas para turistas. Además, para realizar este tipo de turismo tienes que estar dispuesta/o a tener la mente abierta para aprender y descubrir nuevas formas de vida y cultura que quizás no conocías.
Infografía: ventajas de hacer un viaje solidario
Cuéntame en los comentarios qué te ha parecido lo que te he contado, si has vivido algo similar, si te ha sacudido la vida, si has aprendido, cómo te gusta viajar… Y échale un vistazo a mi propuesta de viaje, que la he preparado con mucho cariño para ti.
Tras 15 años vinculada al mundo de la cooperación internacional quiero compartir toda mi experiencia para ayudarte a encontrar el voluntariado o el viaje solidario de tus sueños. Puedes descargarte mi «Manual imprescindible para personas viajeras y solidarias que buscan diferenciarse» para empezar.