Vamos a desmontar otro mito de la cooperación para el desarrollo: las donaciones. “Si tengo cosas que otras personas necesitan, ¿por qué no donarlas a países empobrecidos? Así, además de deshacerme de ellas, llevaré a cabo un acto solidario”. En la mayoría de los casos, enviando ciertas cosas no solo no ayudas a nadie, sino que podrías acabar perjudicando.
Sé que este artículo no es muy convencional y puede que pienses que son otras personas las que hacen eso, tú no; puede que no estés de acuerdo o que te enfades o molestes al leerlo… Si lo hago con buena intención, es bueno. Tanto si estás de acuerdo como si no, este artículo habrá cumplido su cometido si no te deja indiferente.
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Donar lo que te sobra
Sara Tiyá, en el artículo «La mierda que te sobra» publicado en Afroféminas, habla en primera persona sobre cómo se reciben las donaciones del «primer mundo»:
«Vives en un país pobre. En una aldea, por supuesto. Un buen día, una donación de material escolar llega a tu paupérrima escuela a medio construir. Como se trataba de la generosa aportación de donantes individuales, cada uno contribuyó con lo que pudo. Libros que los hijos ya no usan, un par de bolis, cosas así…
A ti te toca un libro de Lengua de primero de EGB, y a tu compañero de al lado uno de primero de la ESO. Ni el contenido ni los ejercicios coinciden, pero les da igual, porque son pobres y ya es un privilegio que alguien se acuerde de ustedes y les regale un libro de texto. Lo abres y te das cuenta de que no lo entiendes. Está en tu mismo idioma, por suerte, pero el vocabulario es distinto, y cuenta unas historias que no tienen nada que ver con tu vida y tus costumbres. A alguien le ha tocado uno de Geografía donde se habla de la URSS y el Alto Volta. Da igual, lo importante es aprender. Después de todo, como tu país es pobre, no tiene un sistema educativo ni unos libros de texto propios, así que no te queda más remedio que aprender con los extranjeros, sean de donde sean y cuenten lo que cuenten.
Acabé teniendo fantasías agresivas de tanto explicar que no, que la mierda que te sobra no es útil en ningún sitio. Es simplemente eso, mierda. La ayuda humanitaria no va de limpiar tu conciencia vaciando tu trastero».
No sé a ti, pero a mí leer esto me hizo daño (atacó mi fragilidad blanca). Me hizo replantearme mil creencias y actitudes, me avergonzó, me dolió… pero lo entendí. La cosa no iba de mi ego, la cosa iba de la dignidad de las personas, independientemente de la situación en la que se encuentren. Y de desaprender costumbres sin sentirnos atacados/as, que cuánto nos cuesta…
Consecuencias de llevar «desperdicios» a países empobrecidos
Te recomiendo muchísimo leer este artículo para que entiendas las consecuencias que ignoramos de dar o llevar cosas a los países empobrecidos: «Por qué NO donar ropa, comida y trastos a países en desarrollo». No voy a aportar más porque aquí está muy claro y muy bien explicado. Te dejo con los titulares del artículo y con el párrafo final, que para mí es lo más reseñable y con lo que nos tendríamos que quedar si queremos practicar la solidaridad bien entendida:
- Las donaciones pueden ralentizar el crecimiento de la economía local
- África no es un vertedero
- Se pueden enviar cosas más útiles
- Perpetúas un modelo de consumo dañino
«Puede que la clave no sea donar tus desperdicios a un país empobrecido, sino consumir menos y hacerlo de forma más consciente. Si en lugar de comprar diez camisetas de 4 € fabricadas con mano de obra barata adquiriéramos una con garantías de comercio justo proveniente de un país en vías de desarrollo, entonces sí, la solidaridad tendría otra cara».
Necesito / me encanta ayudar
Cuando sucedió el terremoto de Haití el 12 de enero de 2010, la gente se sobrecogió. Yo entonces estaba trabajando como coordinadora de ONG y sucedió una cosa impensable: recibí cientos de llamadas, de mails, de personas viniendo a la sede preguntando qué podían hacer. ¿Puedo ir a ayudar? ¿A recoger escombros, a repartir víveres… a lo que sea? ¿Dónde puedo enviar cosas de comer, medicamentos, juguetes, libros? Cuando les decía que no podían ir al terreno porque para eso se necesitan profesionales, formación, preparación… la cara de las personas cambiaba. ¿Pero, por qué no puedo ir? Si yo voy a ayudar… Y cuando les decía que, en caso de que pudiesen, además se tenían que pagar el viaje, la cosa se ponía peor. ¿Cómo es eso de que tengo que pagar por ayudar?
Cuando dar dinero no es una opción
Yo les hablaba de las alternativas: puedes donar dinero a alguna organización que te dé confianza, llevan años trabajando en terreno y saben cómo hacerlo. Tienen profesionales (bomberos/as, enfermeros/as, médicos/as, expertos/as en logística…). La cara volvía a cambiar, enviar dinero no era una opción, porque esas personas necesitaban ir ellas mismas. Te voy a poner un ejemplo: veo un fuego en la casa de al lado. Lo primero que hago es llamar a los bomberos. A mí no se me ocurriría ir a apagarlo, porque entre otras cosas no tengo ni idea y puede que se expanda más o que me ponga yo (y a más gente) en peligro. Y en lugar de ayudar, estorbo o provoco un mal mayor. Esto que es de sentido común en el Norte es igual de aplicable a los países del Sur.
La gente del Norte necesita ser partícipe de alguna forma y dando dinero no le parece suficiente. «Bueno, pues si no puedo ir, me gustaría colaborar donando alimentos, medicamentos, juguetes…» me decían las personas que preguntaban para informarse. Y yo otra vez con la misma cantinela: da dinero. Uno, porque los envíos de material cuestan dinero, las cosas no se envían solas. Dos, porque es infinitamente más solidario comprar las cosas allí en vez de enviar (por la reactivación de la economía local y por evitar el gasto de CO2).
Cuando la labor de las ONG se extiende demasiado en el tiempo
Vuelvo otra vez a poner el ejemplo de Haití. Muchas ONG se establecieron allí tras el terremoto (otras ya estaban, pero redoblaron la presencia y esfuerzos). Tras las labores de rescate, las ONG se centraron en la ayuda sanitaria, alimentaria, en la reconstrucción… Pero pasaron los años y a Haití seguía llegando el arroz gratis de las donaciones. Esto dañó la economía del país, los productores de arroz se arruinaron. Lo mismo pasó con los materiales de reconstrucción: había donaciones gratis desde el Norte y las empresas del país que trabajaban en el sector de la construcción se quedaron dañadas. Puedes ver esto en el documental Pobreza S.A. Lo que te cuento en este apartado está entre los minutos 15:40 y 25:54, pero si tienes tiempo y te interesa el tema de las ONG, te recomiendo encarecidamente verlo entero.
Un día en un almacén de recogida de material para donaciones
Tengo un conocido trabajando en una gran ONG con un almacén enorme. Sobre todo compran y almacenan alimentos para campos de refugiados/as, aunque a veces recogen cosas que la gente o algunas empresas les dan. Sé que no dirá nada en público, pero te cuento lo que dice en privado: la gente da mierdas para lavar su conciencia. Yo un día estuve en ese almacén y me quedé anonadada… Mierda pura, tenía razón. Muñecas sucias y rotas, carritos de bebé a los que les faltaba una rueda, balones pinchados, libros de texto de santillana del año 86, zapatos viejos…
También me contó que para donar hay mucha oferta de gente, pero para ir a revisar, clasificar y empaquetar lo donado, la cosa cambia. ¿Qué tendrá el sistema de donaciones que hemos montado que engancha tanto? ¿Será que es algo fácil y con una recompensa rápida para nuestro ego? Doy algo, me desentiendo y me siento bien por ayudar. Sí, esto tiene sentido. Si tengo que hacer más cosas y me lleva más tiempo, la cosa cambia.
Comparto un artículo que refleja muy bien este tema: «De la solidaridad a la caridad: los límites de la conciencia blanca». Aquí va un párrafo:
«Las personas creen que coger lo que les sobra sin tomarse el tiempo de elegir, limpiar y arreglar en el caso de necesitarlo, es un acto altruista y filántropo que les hará subir su ego-barómetro en la cena de navidad y por tanto, serán las protagonistas de la conversación por su ‘oh, buen hacer’».
En el artículo hay reflexiones críticas y consejos, así que no voy a ahondar más en este tema.
Podemos hacerlo mejor
No se trata de no hacer, sino de hacerlo mejor. Antes de hacer una donación en especie, plantéate estas preguntas:
- ¿Se puede comprar el producto en el lugar de recepción con relativa facilidad? (recuerda que esto activa la economía local)
- ¿Existe una demanda real por parte de los receptores o lo has dado por sentado? (si no lo piden, no les des)
- ¿Vas a mandar cosas para toda la comunidad o solo para unos cuantos? (hay veces que se manda lápices para 30 alumnos/as y son 40; otras veces solo llegan las cosas a unas determinadas personas y no al resto de la comunidad, por lo que se crean diferencias)
- ¿El coste del envío compensa el contenido? (¿realmente es necesario mandarlo o te hace más ilusión a ti que a ellos/as?)
- ¿Cuánto tiempo se lleva donando a las mismas personas? (si las donaciones son recurrentes, algo no funciona; se puede donar en un momento dado, pero no para siempre ya que esto genera dependencia)
Se trata de hacer las cosas de forma consciente y responsable. Que no se hagan con paternalismos y que no se le quite la dignidad a nadie. Sin zapatos rotos. Sin creer que la gente pobre tiene que estar agradecida por lo que se les dé, sea lo que sea, como si no tuvieran prioridades ni preferencias a pesar de su necesidad.
Por cierto, esto de las donaciones no es solo responsabilidad de la ciudadanía. También de las ONG. Si por un lado se denuncia esta práctica y por otro se recoge, se está pecando de incoherencia. No todo vale. Estamos en la era de Internet y de la sobreinformación. Busca, investiga y haz las cosas con criterio. Suelta los aprendizajes de la época del Domund, que estamos en 2021. Ah, y un consejo extra: si en la publicidad para recoger donaciones aparece la palabra Tercer Mundo, desecha esa organización. Aún no han hecho una revisión crítica y perpetuaríamos un modelo de ayuda obsoleto.
Tras 15 años vinculada al mundo de la cooperación internacional quiero compartir toda mi experiencia para ayudarte a encontrar el voluntariado o el viaje solidario de tus sueños. Puedes descargarte mi «Manual imprescindible para personas viajeras y solidarias que buscan diferenciarse» para empezar.